La Tulevieja o Tulivieja es un personaje legendario de Costa Rica y Panamá, el cual es descrito como un fantasma femenino que, cubierto por una especie de sombrero llamado tule (con forma de plátano) y con los senos hinchados y erectos (unas veces chorreando leche, según la versión), se transformaría en un monstruo que va errante por los diferentes caminos y despoblados.
En la mayoría de las versiones, la Tulevieja es descrita como una mujer baja de estatura, de contextura gruesa, que porta un sombrero de alas caídas (un tule viejo y arrugado), mal vestida y con el cabello enmarañado, la cual generalmente se presenta con el pecho desnudo, mostrando dos enormes senos mamarios tan cargados de leche materna, que ésta se desborda, por lo que es frecuente que detrás de la criatura se observen gran cantidad de hormigas de todo tipo que vienen siguiendo el rastro de leche. Es común que se le describa como híbrido de mujer y pájaro: tendría alas cortas pero poderosas, a veces de ave y a veces de murciélago, o no las tendría del todo, según la versión, pero lo más característico serían sus patas y garras de águila o gavilán, en lugar de piernas, que dejan huellas invertidas, de modo que no pueda ser seguida. Se alimentaría de carbones y cenizas, por lo que sería frecuente encontrar sus huellas en fogatas recién apagadas. Las motivaciones de la Tulevieja para aparecer varían según la versión de la leyenda: en el sincretismo del cuento con la historia de La Llorona, su alma condenada recorrería los ríos llorando la pérdida del hijo que rechazó, con los dolorosos senos rebozantes de leche siempre listos para alimentar al bebé que nunca encontrará. En esta parte de la leyenda, la Tulevieja alimentaría a cualquier bebé que encontrará en su camino, y sería la razón por la que se apareciera en los poblados rurales, atraída por el llanto de los recién nacidos o el aullido de los perros, que confunde con el hijo extraviado. Al día siguiente de su visita, se encontraría el rastro de hormigas alimentándose de los restos de leche materna desperdigados por el pueblo, así como las huellas de las patas invertidas. En esta parte de la historia, la visita de la Tulevieja a un hogar donde habitase un recién nacido sería muy peligrosa, porque es probable que el monstruo robe al niño creyendo que es el suyo. Más alejada de su encarnación como alma en pena, estaría también su función como espíritu vengador femenino, castigando a los hombres lujuriosos - figura del irresponsable padre de su hijo -, los cuales, atraídos por sus voluminosos pechos, la invitarían a bailar, solo para encontrar la muerte desgarrados entre las zarpas del monstruo. La única forma de salvarse de ella, una vez dado el encuentro, sería rezando la oración del "Alabado sea el Santísimo", lo que la haría alzar el vuelo desapareciendo rumbo al sol. En la leyenda indígena, no obstante, la única forma de defenderse de la criatura era mediante la utilización de unos bejucos hechos de tule benditos por el dios Sibú, que tenían el poder de atar a la Tulevieja.
En la versión más conocida, su historia se fusiona con el mito de la Llorona. En ella se dice que originalmente la Tulevieja fue una muchachita que siempre tenía puesto el tule, hasta para dormir. Hay quienes dicen que fue una mujer casada que además tenía fama de ser muy parrandera, mientras que en otras sería una chica muy joven e inexperta, teniendo en común ambos casos el hecho de que la protagonista habría tenido un embarazo no deseado (que en Costa Rica antiguamente se denominaba en forma coloquial como pata e'banco (pata de banco)) con un hombre lujurioso que conoció en una fiesta, al cual no volvió a ver nunca más luego de tener sexo con él. Se dice que la muchacha al quedar embarazada, huyó a Puntarenas, en la costa pacífica; y luego de parir, lo dejo junto a su tule en un río, para que el niño muriera de hambre y así ella pudiera continuar con su vida. Sin embargo posteriormente ella se habría arrepentido, y se fue devuelta al río; pero ya el bebé se había ido, encontrando solo su tule, y por ello se suicidó ahogándose en el río. Sin embargo Dios no permitió que su alma descansase en paz y como castigo, desde entonces, la Tulevieja suele ser encontrada deambulando por el río, siempre con los senos hinchados y cargados de leche; llorando y buscando a su bebé con la esperanza de algún día encontrarlo; y así acabar con su maldición. Este hecho provoca miedo en la gente, ya que temen que pueda raptar a sus hijos, en algunas versiones por confundirlos y en otras adrede. En otra versión, la joven no muere ahogada, sino de fiebre puerperal, y es enterrada en el cementerio de Chacarita. En un corolario a esta leyenda, debido a sus pecados en vida y el castigo recibido por Dios, su alma en pena se transformó finalmente en un demonio que, como venganza, también se le aparece a los hombres lujuriosos con los senos descubiertos, invitándolos a acariciarla mientras baila. Pero la fiera tiene un hormiguero entre su pecho, y al tocarla, las hormigas zompopas infernales pican al hombre para anestesiarlo, momento en que sus víctimas solo alcanzan a observar un monstruo con el rostro agujereado, piernas flacas de gavilán, alas de murciélago, grandes garras y pies invertidos. Luego, la Tulevieja alza vuelo con el incauto para devorarlo. En esto se parece a las bellas sirenas griegas.
En la versión josefina del mito, la Tulevieja sería una señora originaria de Desamparados, de edad mayor, que siempre portaba un deformado, negro y sucio tule, de la cual los niños se burlaban por su aspecto grotesco, y ella, en represalia, los perseguía con un palo en la mano para darles su merecido, algo que nunca lograba. Un día, el viento le robó el sombrero, el cual cayó en las turbulentas aguas del río Tiribí, arrastrándolo con la corriente. Al tratar desesperadamente de recuperarlo, una cabeza de agua la habría ahogado, y desde entonces, vaga por el cauce de este río con voz doliente y entrecortada, siendo el espanto de los niños que van a bañarse. Es posible que esta versión surgiera del deseo de los padres de evitar que sus hijos arriesgaran la vida entre las aguas de este caudaloso río, cumpliendo la Tulevieja un rol de asustador de niños, así como para que sirviera de moraleja de la pérdida de la vida por amor a los bienes materiales. También existe otra versión en el cual la Tulevieja cuando no está deambulando en los caminos, viviría en las aldeas disfrazada de una señora de edad avanzada y aspecto aterrador, con un rostro marcado por profundas arrugas y cicatrices, con una mirada fría y penetrante, y siempre vestida de negro; casi siempre acarreando una carga de leña. Se dice que a lo largo de los años, los niños de los poblados desaparecen inexplicablemente después de habérseles visto jugar cerca de la casa de una vieja con sombrero de tule, principalmente cuando la insultan con el apodo de Tulevieja (sin saber que es la verdadera). Posteriormente cuando por diversos motivos desaparece de una aldea para dirigirse a otra, en ocasiones se observaría al verdadero monstruo acarreando una carga de leña hacia su nuevo hogar. Tenemos la versión escazuceña de la historia, en la que un hombre llamado Jesús Fernández Delgado (apodado en su comunidad como Tuto Yoyo) logra atrapar a la Tulevieja utilizando el bejuco mágico de Yazú. La Tulevieja, misterioso ser que al igual que asustaba, así también poseía una diabólica energía que ni la fuerza de veinte caballos juntos la sostenían, logró ser capturada por este personaje con el mágico bejuco, y así, fácil la amarraba y fácil la bajaba desde la alta montaña (donde la Tulevieja habitaba junto a su comadre la bruja Zárate) hasta su casa, y de su casa hasta la iglesia para, en punto la medianoche, silenciosos y sigilosos entrar los dos por el ventanal más cercano al altar mayor y celebrar algún extraño ritual del mundo de los espíritus y los espantos. Después de ese extraño rito en la iglesia, que año a año lo hacían para la víspera del santo patrono, San Miguel Arcángel, la Tulevieja salía del templo convertida en otro ser más misterioso todavía, en la Llorona, vieja ésta que cargaba la maldición de llorar y buscar por ríos y quebradas su niño perdido. Pero el mismo día de la fiesta patronal, don Jesús Fernández, Tuto Yoyo, feliz se burlaba del espanto paseándolo amarrado por las principales calles de Escazú, bajo el disfraz de una vieja que lloraba un niño: era la Llorona de la mascarada de Pedro Arias bailando al son de la filarmónica. Finalmente, una versión panameña de la historia de la Tulivieja narra que, en los tiempos en que el mundo estaba poblado de espíritus que vivían con las gentes dejándose ver de ellas, uno encarnó en una muchacha hermosísima orgullo de su pueblo. Amaba la moza a un joven de su mismo lugar, y fruto de estos amores fue un niño a quien su madre ahogó para ocultar su falta. Dios castigó en el acto ese pecado tan grande, convirtiendo a la madre desnaturalizada en tulivieja, un monstruo horrendo que tiene por cara un colador de cuyos huecos salen pelos cerdosos y larguísimos. En lugar de manos tiene garras, el cuerpo de gato y patas de caballo. Condenada a buscar a su hijo hasta la consumación de los siglos, recorre sin cansarse jamás las orillas de los ríos, llamando sin cesar a su niño con un grito agudo parecido al de las aves y sin que nadie le conteste jamás. A veces recobra su primitiva forma. En la noche en que la luna brilla en el centro de los cielos, se baña en los ríos bella como un sol, pero con el más ligero ruido se convertía nuevamente en el ser monstruoso que es, para continuar por el mundo su eterna peregrinación.
Espero que haya sido de tu agrado mi post. Y, ya sabes qué hacer cuando te encuentres a la Tulevieja... ;)
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