El Silbón es un personaje legendario de Venezuela y Colombia, especialmente de Los Llanos; descrito como un alma en pena. La leyenda del Silbón habría surgido a mediados del siglo XIX. La leyenda de El Silbón nació en las llanuras de Guanarito, un municipio del estado La Portuguesa, dentro de Venezuela. Después la leyenda migró a los llanos de Cojedes y Barinas y hoy en día inclusive se la encuentra en ciertas zonas de la llanura colombiana.
La línea que divide la realidad de la fantasía es muy delgada, y cuando la pasamos, empezamos a ver cosas que nuestra lógica nos impide entender y aceptar. Además, ¿cuántas veces hemos escuchado a alguien decir que cuando un ser querido fallece, regresa a su casa para recoger sus pasos?, ¿cuántas veces hemos visto alguna sombra de "algo" o "alguien" pasar por nuestra propia casa?, ¿cuántas veces hemos escuchado a nuestros abuelos contarnos sobre algún espanto?, y ¿cuántas veces hemos escuchado el silbido agudo y fuerte del Silbón?
La leyenda de la que les quiero hablar es sobre El Silbón, ese espanto de los llanos colombianos y venezolanos, cuya característica física es la de un hombre desproporcionado, delgado, mide más de seis metros, se desplaza por encima de las copas de los árboles y emite un silbido que hiela la sangre hasta del hombre más valiente. Esto no lo cuento yo, esto lo dicen aquellos que lo han visto y han sobrevivido a su aparición.
Nuestra historia comienza con un niño que era el ser más mimado de la tierra. Todo lo que pedía, sus padres salían corriendo a dárselo para evitar que se molestará y mantenerlo siempre feliz.
Un día el niño, le pidió a su padre que cazara un venado, ya que estaba antojado de comer entrañas de ese animal. Su progenitor, con tal de mantenerlo siempre feliz y de hacerle todo lo que pidiera, salió a la búsqueda de un venado. Pasaron las horas y el niño impaciente al ver que su padre no regresaba, decidió buscarlo. Cuando lo consigue y ve que no ha cazado nada, la ira del niño mimado no se hizo esperar y decidió asesinar a su papá, no conforme con eso, lo abrió y le quitó sus entrañas para que su madre se las cocinara y así acabar con su antojo. Ella, al ver que las vísceras no se ablandaban por ningún motivo, empezó a sospechar lo peor ya que el niño había llegado a la casa sin su padre. Fue entonces cuando decidió preguntarle de dónde había sacado estas entrañas. El niño, por primera vez en su vida se sintió nervioso y culpable por lo que había cometido, y decidió contarle toda la verdad.
Con gran dolor en el corazón, su madre lo maldijo "pa' to' la vida". Su hermano Juan persiguió al niño con un "mandador" (látigo con que se arrea a las caballerías) y lo azotó sin piedad. No conforme con los latigazos, Juan también agarró una tapara de ají picante y le regó las heridas con esa especie. El niño sufría del dolor y pedía lo perdonarán, que de aquí en adelante haría lo que fuese con tal de que pararan su sufrimiento. Por vez primera, nadie le hizo caso a las peticiones del niño mimado. Por ello, Juan decidió darle una última lección, azuzarle el perro "Tureco" para que lo persiguiera y le mordiera los talones hasta el final del mundo, mientras el niño carga a cuestas un saco lleno de los huesos de su propio padre. Desde ese momento estuvo maldito, siempre caminando y silbando aún después de su muerte.
Cuentan que este espíritu errante ataca a los hombres borrachos y parranderos, les chupa el ombligo para tomarles el aguardiente consumido. Muchas de las leyendas explican que al llegar el silbón a una casa en las horas nocturnas, descarga el saco y cuenta uno a uno los huesos de todas sus víctimas; si no hay quien pueda escucharlo, un miembro de la familia muere al amanecer.
Si sientes el silbido muy fuerte, es que está muy lejos, pero si es al revés, está justo detrás de ti.
Muchos son los habitantes de los llanos que cuentan haberlo visto sobre todo en verano, época en que la sabana arde bajo el rigor de la sequía y El Silbón se sienta en los troncos de los árboles y recoge polvo en sus manos. Pero es principalmente en los tiempos de humedad y lluvia cuando el espectro vaga hambriento de muerte y ávido por castigar a borrachos y mujeriegos y a una que otra víctima inocente. Y es que cuentan que a los borrachos les succiona el ombligo para beberse el aguardiente que ellos ingirieron cuando se los encuentra solos por el llano, y que a los mujeriegos los despedaza y les quita los huesos y los mete al saco donde guarda los restos de su padre.
Algunas versiones dicen que es como un alargado gigante de unos seis metros, que camina moviéndose entre las copas de los árboles mientras emite su escalofriante silbido y hace crujir, dentro de su viejo y harapiento saco, los pálidos huesos de su infortunado padre; o, según afirman algunos, de sus múltiples víctimas. Otras versiones dicen que, sobre todo a los borrachos, se les presenta como la sombra de un hombre alto, flaco y con sombrero.
Existe la creencia de que sus silbidos se suceden unos a otros en ciclos de do, re, mi, fa, sol, la, sí y que se escuchan cercanos cuando no hay peligro y lejanos cuando sí lo hay pues cuanto más lejanos suenan más cerca está. Unos piensan que escuchar su silbido es un presagio de la propia muerte, que puede oírsele en cualquier sitio y hora y que si lo oyes lejos entonces no te queda más salvación que el ladrido de un perro; o, para otros más optimistas, también el ají (un fruto rojo y muy picante que se emplea como condimento) y el látigo.
Cuentan que, en ciertas noches, El Silbón puede aparecerse cerca de una casa, dejando en el suelo el saco y poniéndose a contar los huesos uno a uno. Si una o más personas lo escuchan, no pasará nada; si nadie lo escucha, al amanecer un miembro de la familia nunca despertará.
En los llanos orientales de Colombia, creen que es el alma errante de un mujeriego parrandero que murió en soledad, la gente afirma que él busca la compañía de alguien que a esas horas de la noche ose cabalgar. Pero aquella versión amable es una excepción pues, también en Colombia, otros dicen que El Silbón persigue a las embarazadas, que su silbido penetra los oídos e infunde frío y que, si alguien lo escucha en tono agudo, pronostica la muerte de una mujer, mientras que si suena grave pronostica la de un hombre. En cualquier caso, esa mujer u hombres es generalmente alguien conocido por parte de quien ha escuchado el silbido.
He aquí las distintas versiones:
Versión 1:
Cuentan que cierto joven descubrió que algo extraño estaba pasando entre su esposa y su padre. Unos dicen que el padre la había golpeado, pero generalmente se cuenta que la violó y que, cuando su hijo lo encontró cometiendo el crimen, únicamente se justificó diciendo: “lo hice porque es una regalada (mujer fácil)”. Entonces la cólera del joven se desató y ambos comenzaron un combate cuerpo a cuerpo, golpeándolo en medio de la lucha con un palo y asfixiando a su padre con éste (que yacía en el suelo tras el golpe), apretándolo con ferocidad hasta que dejó de respirar…
El abuelo, que había escuchado toda la pelea, pues se encontraba cerca, fue corriendo a ver qué pasaba y se encontró con el atroz parricidio. Conmocionado, juró que castigaría al joven, quien siendo de su propia carne y sangre, osó dar muerte a quien le transmitió la vida…
Así, poco tiempo después se encargó de que el homicida fuese atado, dándole entonces una lluvia de latigazos. “Eso no se le hace a su padre…¡Maldito eres pa´ toa´ la vida”, le dijo antes de frotarle ají en las heridas y echarle al perro Tureco para que lo persiguiera. Según la leyenda, el espíritu del perro le perseguirá hasta el fin de los tiempos…
Versión 2:
El Silbón era un joven caprichoso y consentido, acostumbrado desde niño a ser complacido en casi todo. Un día, al Silbón se le antojó comer asadura de venado (hecha con el hígado, el corazón y el pulmón del animal); su padre inmediatamente salió de cacería a buscarle un venado…
Pero he aquí que el padre tuvo una mala jornada de cacería y, tras regresar con las manos vacías, se encontró con la cólera de su hijo, el cual se descontroló y terminó matándolo y sacándole las partes necesarias para hacer la asadura.
Después le entregó las partes a la madre, quien no sabía nada del asesinato; ésta acabó por darse cuenta de que las partes para la asadura no se ablandaban como de costumbre, sospechó de su hijo y avisó al abuelo.
Tras descubrir el crimen, el joven fue maldecido por su abuelo y su hermano (según algunos, también por la madre), quienes lo ataron, le pelaron la espalda a latigazos, le frotaron ají en las heridas, lo echaron con violencia de la casa y le soltaron al perro Tureco para que lo persiga.
Variante de la versión 2:
Dicen que El Silbón era un muchacho mimado, un joven que había crecido con tales excesos de libertad que, en su adolescencia, se fue de casa simplemente porque le apetecía “ver mundo” y hacer “lo que le diera la gana”.
Fuera de casa, El Silbón llevó una vida libertina en la que las fiestas, los excesos de alcohol y el sexo desenfrenado y promiscuo estaban a la orden del día. Como era violento, cuentan que mató a varias personas y que por ello estuvo muchas veces en prisión (no se sabe cómo salía tan rápido). Pero finalmente El Silbón se cansó de todos los golpes y maltratos que le costaban los excesos de su vida pendenciera y libertina, por lo cual un buen día volvió al rancho de sus padres y allí, pese a todas sus atroces proezas, fue recibido con alegría y afecto.
Ya pasados algunos días, El Silbón invitó a su padre de cacería; y, cuando estaban algo adentrados en el bosque después de que el muchacho guiara al padre por un buen rato, encontraron un árbol delgado y torcido que les obstaculizaba el paso. Surgió entonces el siguiente diálogo entre el hijo y su padre:
Papá, ¿por qué no enderezas ese palo? Está atravesando el camino. ¿Por qué no lo enderezas?”
¡Ay, hijo!, ese ya no se puede enderezar, debía hacerse cuando estaba tierno, cuando estaba chiquito, ya está muy formado y crecido, ya no se puede.
¡Ah! Si usted sabía que las cosas torcidas se enderezan cuando están pequeñas: ¡¿por qué entonces no me enderezó cuando podía, cuando estaba a tiempo?! Usted me dejó crecer malo, torcido y caprichoso… No sabe cuánto he sufrido por eso. He tenido que matar tanta gente y sufrir tantos golpes para estar vivo ahora…
Llegado el momento, el hijo le confesó al padre que pensaba matarlo, que tenía que vengarse por todo lo que había sufrido por culpa de él. Así y sin darle tiempo de huir, lo agarró del cuello, lo apuñaló y le sacó las partes (hígado, corazón y pulmón) con que se hace el asado. Después dejó el cuerpo tirado y fue a casa con las partes de su padre para que la madre hiciera un asado…
No obstante la madre se dio cuenta del crimen, entró en ira, lo maldijo y, junto al hermano y el abuelo, lo ataron, le arrancaron la piel de la espalda a latigazos, le frotaron ají, lo exiliaron para siempre de casa y mandaron al perro Tureco para que lo persiga, lanzándole la maldición de que sería errante y no tendría descanso pues oiría los ladridos del perro cada vez que se detuviera a descansar…
Para salvarse, hay que recordarle palabra por palabra cómo fue que obtuvo esa maldición, de lo contrario no verás más nunca la luz del día. Es por ello que los advierto, piensen primero antes de ingerir grandes cantidades de alcohol, porque cuando menos lo creas, escucharás un silbido ligero, anunciándote que el Silbón está justo detrás de ti, y ruega porque te acuerdes de lo que le pasó al niño, porque de lo contrario, ninguna plegaria te salvará.
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