Si visitas el Castillo de Edimburgo, aguza el oído: ¿oyes el fantasmagórico sonido de unas gaitas resonando desde las profundidades? El gaitero solitario, o "The lone piper", es el único habitante que no abandona nunca la fortaleza.
Qué representaba aquel intrigante hallazgo? El misterio de quién construyó los ataúdes y por qué los enterró en la cueva ha alcanzado nuestros días. Quizás fueran parte de un ritual o encanterio; tal vez sirvieran como amuleto. La hipótesis que se baraja con más frecuencia es que tal vez representen a las 17 víctimas de los asesinos Burke y Hare, que mataban para vender los cadáveres a la escuela de anatomía de Edimburgo.
En Escocia, cualquier mención al canibalismo queda eclipsada por Sawney Bean, quien, según la leyenda, ejecutó y devoró, junto a su clan, a un millar de personas en el siglo XVII. A pesar de que los historiadores no lo consideran un episodio real, ha inspirado numerosos libros y películas, como Las colinas tienen ojos (Wes Craven, 1977).
No obstante, Edimburgo sí albergó su propia dosis de esta macabra práctica. Cuentan que el hijo mayor del marqués de Queensberry, el duque James, había nacido con algún tipo de demencia. Su familia lo mantenía encerrado en una de las habitaciones de la residencia de Queensberry, un edificio histórico de la Royal Mile que hoy en día forma parte del Parlamento, para que nadie conociera la existencia de la desdichada criatura, de fuerza descomunal y maneras salvajes.
En 1707, el marqués de Queensberry fue una de las personalidades en firmar el Tratado de Unión. Sus actuaciones en contra del interés de Escocia lo habían convertido en una figura despreciada por el pueblo, y aquel agitado día se llevó con él a toda su comitiva para que lo protegieran de las multitudes.
Solo dos personas permanecieron en Queensberry: el duque James y un joven sirviente de diez años, que debía guardar la casa. Cuando el marqués y su comitiva regresaron, los recibió una siniestra imagen. James había escapado y, en un arranque de locura, había descuartizado y asado al pequeño en la hoguera y había comenzado a devorarlo, porque, según él, tenía hambre y nadie le había preparado la cena. El crimen sacudió Escocia, y el duque permaneció encerrado en su habitación hasta su muerte.
Annie, la pequeña habitante de Mary King’s Close
Por debajo de los adoquines de la Royal Mile se extiende una pequeña ciudad subterránea, formada por una red de callejones que se tapió en el siglo XVII. El más importante es Mary King’s Close; lo que antaño fue una animada calle comercial, con tiendas de artesanos y viviendas, es hoy en día un callejón envuelto en sombra, silencio y leyendas, que se ha reconvertido en una atracción turística. Camina por los restos de la centenaria calle, anclada en el tiempo, y comprenderás cómo vivieron, trabajaron y murieron, debido a una devastadora plaga de peste, los vecinos de Edimburgo.
Aunque se dice que algunos de ellos todavía pueblan este espeluznante lugar, el habitante más conocido es la pequeña Annie. Según cuentan, la pequeña murió tras contraer la peste, y, siglos después, sigue lamentándose, en un rincón de su vieja habitación, por no tener a su muñeca consigo. Para consolarla, los visitantes la obsequian con todo tipo juguetes.
La inauguración de las criptas de South Bridge
En el Edimburgo del siglo XVIII, tras la construcción de South Bridge, en los diecinueve arcos del puente se construyó un conjunto de 120 criptas y pasillos subterráneos, conocidos como Edinburgh Vaults.
Durante décadas, estas oscuras y húmedas habitaciones de piedra, repartidas en distintos pisos, alojaron tabernas, almacenes y comercios de artesanos, e incluso se dice que aquí, entre las sombras, los asesinos Burke y Hare fueron a la caza de los cuerpos de sus víctimas.
Con el paso del tiempo, las criptas fueron abandonándose, y, como se descubrió más tarde, algunos de los habitantes más pobres de la ciudad se instalaron en ellas en condiciones precarias, sin luz, agua ni ventilación. Los arcos del puente se cubrieron de edificios; hoy en día, de los diecinueve solo es visible el de Cowgate. Las criptas fueron integrándose a distintos edificios de la ciudad, y no tardaron en surgir tours que visitan las frías y lúgubres cámaras vacías en busca de señales de algún habitante del pasado.
Aunque se han convertido en uno de los lugares con más actividad paranormal de Edimburgo, lo cierto es que la apertura de las criptas en 1788 ya llegó acompañada de un episodio siniestro. Para presentar South Bridge, se decidió que el habitante más viejo de la ciudad, una anciana, cruzara el puente ante la multitud. Por desgracia, la mujer falleció justo antes del esperado momento, pero las autoridades decidieron que lo cruzara de todas formas: ¡dentro del ataúd! Los edimburgueses lo interpretaron como un mal augurio, y muchos de ellos se negaban a cruzar el puente, que consideraban maldito, y preferían bajar hasta Cowgate y tomar un camino más largo.
Maggie Dickinson, la ‘medio ahorcada’
Después de que su marido la abandonara, en 1723 la joven Maggie Dickinson comenzó una nueva vida en el pueblecito de Kelso. Pronto, mientras trabajaba en una posada, se quedó embarazada, y, para evitar causar un escándalo y perder el trabajo (técnicamente seguía casada), decidió ocultar su estado. Tras dar a luz en clandestinidad, el bebé no sobrevivió, y la desdichada Maggie intentó deshacerse del cadáver del pequeño en el río.
Sin embargo, la descubrieron y la llevaron presa a Edimburgo. Su delito no había sido cometer adulterio, sino ocultar su embarazo, algo penado por la ley escocesa en aquel momento, y pronto recibió sentencia: Maggie Dickinson fue condenada a muerte.
Como la mayoría de ejecutados de la época, a la joven se la ahorcó públicamente en la horca, situada en Grassmarket. Tras certificar su muerte, se procedió a trasladar el cadáver al cementerio. De repente, durante el trayecto, del ataúd comenzaron a escapar gritos y lamentos. ¡Cuál fue la incredulidad al destaparlo y comprobar que Maggie Dickinson seguía viva!
Pero todavía fue mayor el desconcierto cuando las autoridades comprobaron que, según la ley escocesa, a la joven ya se le había aplicado su pena y, por lo tanto, no podían volver a ahorcarla. Así fue como Maggie pasó a la historia, viviendo una larga vida tras haber sido ejecutada, y conocida por todos con el apodo de Half Hangit Maggie (‘Maggie la medio colgada’). Hoy en día, en Grassmarket puedes tomar algo en el mítico pub que lleva su nombre.
Mackenzie, el poltergeist del cementerio de Greyfriars
Además de ser un lugar de reposo, el cementerio de Greyfriars ha protagonizado, a lo largo de los siglos, parte de la historia de Edimburgo. El cálido recuerdo del perrito Bobby, que tras la muerte de su amo veló su tumba durante 14 años, convive con el crudo legado de los bodysnatchers, los ladrones de cadáveres, mientras que en un rincón, la Covenanters Prison recuerda que allí se encerró, en 1679, a casi un millar de covenanters. Muchos murieron en cautividad; otros fueron ejecutados; unos pocos obtuvieron la libertad.
Siglos más tarde, en 1999, la Covenanters Prison había de convertirse en uno de los lugares más hechizados de Edimburgo. Todo comenzó cuando alguien forzó la puerta del mausoleo de William Mackenzie, un abogado responsable de muchas de las sentencias de muerte de los covenanters, y desencadenó una serie de eventos paranormales entre los visitantes de Greyfriars. Cortes, heridas inexplicables, mordeduras, desmayos, quemaduras, figuras fantasmagóricas, ruidos espeluznantes…
El Ayuntamiento de Edimburgo decidió cerrar esa parte del cementerio al público, pero dio permiso al historiador Jon Andrew Henderson para que condujera pequeñas visitas guiadas para documentar los sucesos. Así es como algunos tours nocturnos comenzaron a visitar el Mausoleo Negro, forjando la leyenda del sanguinario Mackenzie, el poltergeist del cementerio de Greyfriars, que a lo largo de los años ha atacado, según el historiador, a más de 450 personas, 170 de las cuales sufrieron desmayos.
Verdad o mera sugestión, lo cierto es que el de este poltergeist es uno de los sucesos paranormales mejor documentados de Edimburgo. Si te sientes intrépido, únete a un tour nocturno por el cementerio de Greyfriars; aunque, como advierten las empresas, ¡asumes el riesgo dedespertar la ira de Mackenzie…!
Jessie King y Thomas Pearson, los infanticidas de Stockbridge
Jessie King, la última mujer ahorcada en Edimburgo, fue la protagonista de uno de los episodios más siniestros de la era victoriana. En una época en la que los hijos ilegítimos de sirvientas y jóvenes muchachas llenaban la ciudad de habladurías y de escándalos, era habitual la práctica de ofrecer dinero a quien quisiera quedarse con los bebés. Así es como Jessie King y su pareja, Thomas Pearson, habitantes de Stockbridge, comenzaron a adoptar pequeños a cambio de recompensas.
Cuál fue el horror el día en el que unos niños, jugando, descubrieron los restos de un bebé junto a la casa, y al entrar en el domicilio la policía comprobó que las habitaciones escondían otros dos diminutos cadáveres.
A pesar de que se cree que fue Thomas quien cometió los atroces crímenes, la joven se declaró culpable en un intento de salvarlo y, en marzo de 1889, se convirtió en la última mujer ahorcada en Edimburgo.
Deacon Brodie, ¿el truco final?
Una de las intrigas más conocidas de Edimburgo es la de Deacon Brodie, un respetable hombre de negocios que vivió en la capital escocesa en el siglo XVIII. De día, trabajaba como ebanista y cerrajero para las familias más ricas; de noche, utilizaba las copias de las llaves para entrar en las viviendas a hurtadillas y robar a sus clientes.
Esta dualidad entre bien y mal inspiró a Robert Louis Stevenson, quien la convirtió en el tema central de su novela El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr Hyde. En cuanto a Brodie, no tardó en descubrirse su doble vida, y fue condenado a morir en la horca.
Hay quien dice que, en efecto, Brodie murió el 1 de octubre de 1788 en la horca que él mismo había diseñado el año anterior. Sin embargo, otra leyenda cuenta que se las ingenió para que el ahorcamiento no fuera mortal, sobornó al verdugo y consiguió burlar la muerte, dejándose ver, años más tarde, en París. Aunque se cree que su tumba se encuentra en Chapel Street, desde entonces la historia de Deacon Brodie ha permanecido envuelta en todo tipo de disparatados rumores
Entonces, ¿te atreves a visitar esta ciudad de ensueño?
Fuente: masedimburgo.com