El sargento Bertrand es un hombre de constitución delicada, carácter extraño, desde la niñez reservado y amante de la soledad. Los antecedentes sanitarios de la familia no se conocen suficientemente, aunque consta que ha habido casos de enfermedad mental entre sus ascendientes. Parece ser que ya desde niño estaba poseído por un inexplicable impulso destructivo. Rompía todo lo que se le ponía por delante. Ya en la infancia descubrió el onanismo sin necesidad de incitación alguna. Con 9 años empezó a sentir inclinación por personas del sexo opuesto. Con 13 años se despertó en él un poderoso deseo de obtener satisfacción sexual con mujeres; se masturbaba con frecuencia. Mientras lo hacía se representaba siempre en su fantasía una habitación llena de mujeres. Imaginaba que realizaba el acto sexual con ellas y que mancillaba sus cadáveres. Ocasionalmente surgía en tales situaciones también la idea de hacer algo con cadáveres masculinos, pero acompañada de una marcada repugnancia.
Con el tiempo sintió la necesidad de llevar a la práctica tales situaciones con cadáveres reales. A falta de cadáveres humanos, se hacía con cadáveres de animales, les abría el cuerpo, extraía las entrañas y se masturbaba al mismo tiempo. Afirma haber obtenido así un placer indescriptible. En 1846 ya no le bastaban los cadáveres. Empezó a matar perros y a proceder con ellos de la manera descrita. A finales de 1846 sintió por primera vez deseos de utilizar cadáveres humanos. Al principio no se atrevía. En 1847, al percatarse por casualidad de que había en el cementerio una tumba con un cadáver recién enterrado, sintió esta necesidad (acompañada de dolor de cabeza y palpitaciones) con tal fuerza que desenterró el cadáver aunque había gente en los alrededores y corría el peligro de ser descubierto. A falta de un instrumento adecuado para descuartizarlo, se conformó con golpearlo furiosamente con la pala del enterrador.
En 1847 y 1848 al parecer en intervalos de unos 14 días y acompañado de un violento dolor de cabeza, se vio empujado a cometer actos brutales con cadáveres. Corriendo un peligro extremo y con las mayores dificultades, satisfizo unas 15 veces este impulso. Desenterraba los cadáveres con las manos y de pura excitación ni siquiera sentía las heridas que se hacía. Una vez dueño del cadáver, lo abría con sable o navaja, le sacaba las entrañas y se masturbaba en esta situación. Al parecer, el sexo de los cadáveres le era totalmente indiferente, aunque se constató que este vampiro moderno desenterró más cadáveres femeninos que masculinos. En el transcurso de estos actos se hallaba en un estado de indescriptible excitación sexual. Tras despedazarlos, volvía a enterrar los cadáveres.
En julio de 1848 dio por casualidad con el cadáver de una joven de unos 16 años. Se despertó entonces en él por primera vez el deseo de realizar el coito con el cadáver.
“Lo cubrí de besos por todas partes, lo apreté como enloquecido contra mi corazón. Todo lo que pueda uno disfrutar con una mujer viva no era nada en comparación con el placer que sentí. Después de disfrutar del cadáver durante un cuarto de hora aproximadamente, lo despedacé como de costumbre y lo destripé. Luego lo enterré de nuevo”.
B. afirma que a partir de este atentado empezó a sentir por primera vez la necesidad de servirse sexualmente de los cadáveres antes de despedazarlos y que posteriormente lo llevó a la práctica con los cuerpos sin vida de unas tres mujeres. Pero el verdadero motivo de la exhumación seguía siendo el descuartizamiento, y el placer obtenido con esta práctica seguía siendo mayor que usando sexualmente los cadáveres. Esto último no representaba sino un simple episodio del acto principal y nunca llegó a calmar su apetito, por lo que siempre despedazaba a continuación ese mismo cadáver u otro. Los médicos forenses diagnosticaron “monomanía”. El Consejo de Guerra condenó a B. a 1 año de calabozo. (Michea, Union méd. 1849. – Lunier, Annal. méd. psychol. 1849, p. 153. – Tardieu, Attentats aux moeurs, 1878, p. 114. – Legrand, La folie devant les tribun. p. 524.).
Este es un tema tan espeluznante como real, y es precisamente el hecho de ser real y pensar que esto sucede con personas verdaderas lo que hace el asunto más sobrecogedor. Hoy hablaremos un poco sobre una parafilia caracterizada por la atracción sexual hacia los cadáveres: necrofilia.
Es un tipo de patología sexual que consiste en la excitación erótica causada por la contemplación, el contacto, la mutilación o la evocación mental de un cadáver. La necrofilia, término acuñado por el doctor Alexis Epaulard en 1901, es sádica cuando el afectado mata primero a la víctima para después violarla o sodomizarla. Algunos personajes históricos practicaron la necrofilia.
Por ejemplo, Periandro (627 a.C.), tirano de Corinto, vivió durante años con el cadáver de su esposa, Melissa; y Juana I la Loca conservó durante tres años el cuerpo sin vida de su amado Felipe I el Hermoso, tras su muerte en 1506.
El Código Penal de España establece en el artículo 526 que:
“El que, faltando al respeto debido a la memoria de los muertos, violare los sepulcros o sepulturas, profanare un cadáver o sus cenizas o, con ánimo de ultraje, destruyere, alterare o dañare las urnas funerarias, panteones, lápidas o nichos será castigado con la pena de prisión de tres a cinco meses o multa de seis a 10 meses. ”
En los Estados Unidos, la mayoría de los Estados proscriben esta práctica, aunque formulan la mayor parte del tiempo la prohibición con el término más borroso de "abuso sobre un cadáver". Hasta 2004, California poseía leyes contra la mutilación de cadáveres y la profanación de tumbas, pero nada específico acerca del acto sexual con un cadáver. El 10 de septiembre de 2004, el gobernador Arnold Schwarzenegger firmó un proyecto de ley que criminaliza tales actos, con una pena máxima de ocho años de prisión.
El acto sexual con cadáveres generalmente está considerado como algo socialmente inaceptable; se presume que la persona no habría consentido ese acto cuando estaba viva. Virtualmente todas las sociedades humanas consideran este acto como una falta de respeto simbólica. En algunos casos sin embargo, los actos de necrofilia pueden ser consensuales, Por ejemplo en el caso de Armin Meiwes en el que la víctima dio su consentimiento a la mutilación y muerte infligidas hacia él.
En la psicología social analítica de Erich Fromm, se explica el gusto por la violencia y la destrucción, el deseo de matar y la atracción por el suicidio y el sadismo. En un sentido no sexual, Fromm entendía la necrofilia no como la expresión de un instinto sexual derivado de la muerte, sino como la consecuencia de llevar una vida sin estar realmente vivo. Para Erich Fromm la necrofilia es lo opuesto a la biofilia, y es junto con la fijación simbiótica y el narcisismo, uno de los tres mayores males de la humanidad. Según Fromm, la carencia de amor en la sociedad occidental conduce a la necrofilia. El necrófilo vive mecánicamente, convierte los sentimientos, procesos y pensamientos en cosas. Tiende a querer controlar la vida, a hacerla de cierto modo predecible. Erich Fromm afirma que, puesto que la única seguridad de la vida es la muerte para el necrófilo, éste anhela la muerte, la adora. Para Fromm, la necrofilia se observa en el actual mundo occidental en las fachadas hechas de hormigón y acero, en el armamento moderno y la carrera nuclear, en la idolatría hacia la tecnología de las grandes máquinas (tecnofilia), la pérdida de recursos con elconsumismo y el trato hacia las personas como cosas (burocracia).
Ciertamente, el ser humano es capaz de llegar a extremos inimaginables. Todos somos igual de débiles y debemos tener cuidado. Espero que haya sido de tu agrado mi post...
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