Al respecto del vudú y la santería, (que son temas que hoy tocaré por encima) es mi deber hacer la aclaración que este es un campo que debe ser tratado con delicadeza y prudencia. Demonólogos católicos muy reconocidos, como el P. José Antonio Fortea argumentan que la Santería, en especial la Afro- cubana es una puerta hacia el mundo demoníaco, que es mejor no frecuentar, pues tarde o temprano, más temprano que tarde, pueden presentarse casos reales de posesión diabólica.
El vudú es una variante del animismo o creencia de que los espíritus viven en los objetos y en las personas. Su expresión más impactante son los zombies.
Un zombi (en ocasiones escrito erróneamente con la grafía inglesa zombie) es, originalmente, una figura legendaria propia de las regiones donde se practica el culto vudú. Se trataría de un muerto resucitado por medios mágicos por un hechicero para convertirlo en su esclavo. Por extensión, ha pasado a la literatura fantástica como sinónimo de muerto viviente y al lenguaje común para designar en sentido figurado a quien hace las cosas mecánicamente como si estuviera privado de voluntad.
De acuerdo con la creencia, un houngan, bokor o hechicero vudú sería capaz, mediante un ritual, de resucitar a un muerto, que quedaría sin embargo sometido en adelante a la voluntad de la persona que le devuelve a la vida. Estos muertos vivientes son llamados zombis. La palabra podría tener relación con el nombre de una serpiente divina que es objeto de culto en las regiones de lenguas níger-congo (también adorada en el vudú bajo el nombre de Damballa), y que está emparentada con el término kikongo nzambi, que significa dios.
En 1937 la folclorista estadounidense Zora Neale Hurston conoció en Haití el caso de Felicia Félix-Mentor, fallecida y enterrada en 1907 y a quien, sin embargo, muchos lugareños aseguraban haber visto viva treinta años después convertida en zombi. Hurston se interesó por rumores que afirmaban que los zombis existían realmente aunque no eran muertos vivientes sino personas sometidas a drogas psicoactivas que les privaban de voluntad. Sin embargo, no pudo encontrar datos que fueran más allá del mero rumor.
Varias décadas más tarde, en 1982, el etnobotánico canadiense Wade Davis viajó a Haití para estudiar lo que pudiera haber de verdad en la leyenda de los zombis y llegó a la conclusión —publicada en dos libros:The Serpent and the Rainbow (1985) y Passage of Darkness: The Ethnobiology of the Haitian Zombie (1988)— de que se podía convertir a alguien en zombi mediante el uso de dos sustancias en polvo. Con la primera, llamada coup de poudre (en francés, literalmente, «golpe de polvo», un juego de palabras con coup de foudre, que significa «golpe de rayo» y también «flechazo» amoroso), se induciría a la víctima a un estado de muerte aparente. Sus parientes y amigos la darían por muerta y la enterrarían, y poco después sería desenterrada y revivida por el hechicero. En ese momento entrarían en acción los segundos polvos, una sustancia psicoactiva capaz de anular la voluntad de la víctima.
El ingrediente principal de la primera sustancia, el coup de poudre, sería la tetrodotoxina (TTX), una toxina que se encuentra en el pez globo, que habita las costas del Japón y el Mar Caribe. La TTX, administrada en una dosis semiletal (LD50 de 1 mg), es capaz de crear un estado de muerte aparente durante varios días, en los cuales el sujeto sigue consciente a pesar de todo. Otras fuentes hablan del uso del estramonio odatura, que en Haití se llama concombre zombi, esto es, «pepino zombi». Según la creencia popular, la ingestión de sal liberaría al zombi de los efectos de la droga.
Davis popularizó también la historia de Clairvius Narcisse, un hombre que aseguraba haber sido víctima de esta práctica y haber vivido como esclavo zombi en una plantación durante dos años.
La creencia popular dice que en Haití está extendida la práctica de zombificación, aunque los científicos dicen que no hay pruebas contundentes de esto.
El vudú tuvo su origen en África, pero con el mercado de esclavos hacía América llegó a Haití. Aunque oficialmente, los colonizadores prohibieron su práctica, ésta siempre se mantuvo en secreto.
En el siglo XX, el dictador Duvalier convirtió el vudú en la religión oficial de Haití, valiéndose de ella para amedrantar y someter al pueblo. Según las creencias, el que conoce el arte del vudú se comunica con los espíritus o loas, adquiriendo el poder para resucitar a los muertos y controlarlos (los zombis). Según esta religión existen dos tipos de zombi: el alma sin cuerpo y los cuerpos sin alma. Los practicantes de la magia negra pueden apoderarse del alma de las personas y transformarlos en muertos vivientes.
De acuerdo con esta religión un hechicero vudú, bokor o houngan es capaz mediante un ritual de resucitar a un muerto, el precio que pagaría éste sería el sometimiento de su voluntad a la persona que los devuelve al mundo de los vivos. Indepedientemente de estas creencias, muchos científicos se sintieron intrigados por este fenómeno y lo estudiaron.
El proceso de zombificación comienza con la elección de la víctima, a la que se decide someter. Una vez elegida, se le administran unos polvos en la bebida, sin que ella lo sepa. El ingrediente principal de estos polvos es la tetratoxina, sustancia que se extrae del pez globo, que habita las costas del Caribe y del Japón. La tetratoxina, un bloqueante neuromuscular, administrado a dosis semiletal, es decir inferior a un miligramo, es capaz de crear un estado de muerte aparente durante varios días, en los cuales el individuo sigue consciente a pesar de todo.
Sus familiares y amigos lo darían por muerto y lo enterrarían. Poco después del entierro, el hechicero procedería a desenterrarlo y a esperar que el organismo eliminara parte de esta sustancia tóxica. Cuando las constantes vitales se fueran normalizando, se administraría una segunda sustancia, esta vez una droga psicoactiva, del género del estramonio o datura. De esta forma se anula la voluntad de la persona y se la utiliza para trabajar en las plantaciones, robar o matar.
En el Haití actual y, pese a estar prohibida esta práctica, casi todos temen la posibilidad de que sus parientes fallecidos sean transformados en muertos ambulantes. Así, en las zonas rurales, los campesinos gastan sus escasos recursos para recubrir con pesadas losas las tumbas de sus parientes. También excavan las tumbas cerca de carreteras o caminos, para que los hechiceros,por miedo a ser descubiertos, no puedan llevar a cabo su cometido. En otras ocasiones, la familia del muerto vela la tumba durante noches seguidas hasta que el cuerpo se descompone y ya no pueda ser zombificado. En otras zonas, los muertos son enterrados en los patios de las casas para poderlos cuidar.
Los más temerosos toman medidas más drásticas para impedir que sus muertos ingresen en el oscuro mundo de los zombis; inyectan veneno en el cuerpo o sal, lo mutilan con un cuchillo, le rompen la cabeza. Una medida menos drástica consiste en colocar en la tumba agujas y carretes de hilo así como gran cantidad de semillas de sésamo; basándose en la creencia de que el espíritu del muerto estará entretenido enhebrando las agujas y contando las semillas y no escuchará la voz que le ordene salir de la tumba. Otra medida consiste en poner un cuchillo en las manos del muerto para que pueda defenderse.
Espero que te haya gustado mi post...
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