miércoles, 9 de mayo de 2012

Un caso de Licantropía



“La primera vez que me transformé fue en la montaña de Couso. Me encontré con dos lobos grandes con aspecto feroz. De pronto, me caí al suelo, comencé a sentir convulsiones, me revolqué tres veces sin control y a los pocos segundos yo mismo era un lobo. Estuve cinco días merodeando con los otros dos, hasta que volví a recuperar mi cuerpo. El que usted ve ahora, señor juez. Los otros dos lobos venían conmigo, que yo creía que también eran lobos, se cambiaron a forma humana. Eran dos valencianos. Uno se llamaba Antonio y el otro Don Genaro. Y también sufrían una maldición como la mía. Durante mucho tiempo salí como lobo con Antonio y Don Genaro. Atacamos y nos comimos a varias personas porque teníamos hambre.” 

Manuel Blanco Romasanta, CAUSA Nº 1778: CAUSA CONTRA HOMBRE LOBO, JUZGADOS DE ALLARIZ (ORENSE) 

La licantropía es la mitológica habilidad o poder que tiene un ser humano para transformarse en lobo o licántropo. El término «licantropía» viene del griego antiguo lykánthropos (λυκάνθρωπος): λύκος, lýkos ('lobo') + άνθρωπος,ánthrōpos ('hombre'). La palabra también se puede utilizar para referirse al acto de transformar a otro humano en lobo. La licantropía es un fenómeno psíquico que afecta la conducta del individuo y produce cambios morfogenéticos del DNA, los cuales integran la perdidad de la razón y las facultades del alma. Puede controlarse pero no erradicarse con un suero de plata.

La etimología folclórica también conecta la palabra a Licaón, rey de Arcadia, quién, de acuerdo al poema de Ovidio Metamorfosis, fue convertido en un lobo rabioso como respuesta al intento de servir carne humana, la de su propio hijo, en la visita de Zeus para refutar o desaprobar la divinidad del dios.

También hay una enfermedad mental llamada licantropía, en la cual el paciente cree que es o que se ha transformado en un animal y se comporta de acuerdo a ello. Muchas veces se refiere al tema como «licantropía clínica» para distinguirse del uso de «licantropía mitológica».


Hablaremos hoy de un caso documentado de licantropía clínica en España.

Manuel Blanco Romasanta (aldea de Regueiro, Esgos, 18 de noviembre de 1809 - † Ceuta, 14 de diciembre de 1863) fue un psicópata criminal gallego y único caso documentado de licantropía clínica (refiriéndose a la enfermedad mental, no al ser mitológico) en España que llegó a cometer varios crímenes en el siglo XIX. También es considerado ser origen de la leyenda del Hombre del Saco o Sacamantecas.

Manuel Blanco Romasanta es considerado, por sus crímenes y por la alarma social que llegó a causar, el primer asesino en serie español. Romasanta poseía un físico peculiar, pues era muy bajito aunque era un hombre atractivo con un poblado bigote. Su caso es curioso porque la justicia española lo reconoció como hombre lobo.

Romasanta se ofrecía en su medio rural para acompañar a sus convecinos, con la excusa de que los iba a colocar a servir en buenas casas, o les esperaba escondido en el bosque para asaltarles. La mayor parte de sus víctimas fueron mujeres y niños. Era buhonero y viajaba de aldea en aldea para vender sus mercancías. 

Mataba a sus víctimas con sus manos desnudas y a dentelladas, las desnudaba y les quitaba todas sus pertenencias y ropas para venderlas luego y sacar un rendimiento. Luego comía de los cadáveres. Informaba a los familiares de que la presentación había ido muy bien y falsificaba cartas de las mujeres en las que aseguraban que estaban muy bien y que estaban muy agradecidas al buhonero por haberlas recomendado. Sus dos primeras víctimas fueron Manuela Blanco, de 47 años, de un pueblo cercano, y su hija Petra, de 6 años, a quienes asesinó en 1846 (Anteriormente se sospechó de él en el asesinato de un alguacil cerca de Ponferrada, aunque nunca llegó a probarse). Manuela se había separado de su marido y quería empezar una nueva vida lejos del pueblo. La captó con la excusa de que le había encontrado trabajo en casa de un cura. También engañó y mató con la misma excusa a la hermana menor de Manuela, Benita, de 31 años, y a su hijo, Francisco, de 10 años. 

Sospecharon de él porque dos hermanos de las mujeres asesinadas se dieron cuenta que una mujer llevaba puestas prendas de las desaparecidas. Cuando se enteraron de que se las había vendido Romasanta le denunciaron a la Guardia Civil.

Fue procesado en 1852 y aunque en principio fue condenado a muerte, se le conmutó la pena por cadena perpetua. En el juicio declaró que se convertía en lobo y que por eso mataba y que solía atacar con otros dos hombres lobo, Antonio y Don Genaro. Este último tenía dificultades para conservar la forma de hombre lobo, pero en cambio era el más voraz.

Más tarde alegaría que lo que sufría no era una maldición sino una enfermedad. Además declaró recordar todo lo sucedido una vez transformado de nuevo en ser humano, lo que fue decisivo para su sentencia. La defensa del reo argumentó que no se podía probar un asesinato con una única confesión, aunque ésta fuera la del propio acusado. La sentencia llegaría el 6 de abril de 1853, cuando Romasanta contaba cuarenta y cuatro años: se consideró que ni estaba loco ni era idiota o maníaco, con lo que fue condenado a morir en el garrote vil y a pagar una multa de 1000 reales por víctima.

Un hipnólogo francés que había seguido el caso envió una carta al Ministro de Gracia y Justicia en la que expresaba sus dudas acerca de si Romasanta padecía o no licantropía. Aseguraba haber curado a otros pacientes con la hipnosis y pedía que, antes de ejecutarlo, le dejaran hipnotizarlo. También solicitó la intervención de la reina Isabel II, que a su vez pidió al Tribunal Supremo que revisase el caso. Tiempo después, Isabel II firmó una orden para liberar a Romasanta de la pena capital, reduciéndose ésta a la perpetua.

Durante el juicio le examinaron seis médicos, cuatro de medicina general y dos cirujanos, que concluyeron, pese a los esfuerzos de su abogado defensor para que le declararan loco, que “Manuel Blanco no es idiota, ni loco, ni monomaniático, ni imbécil y es probable que si fuera más estúpido no fuera tan malo. No hay en su cabeza ni en sus vísceras motivo físico que transforme el equilibrio moral, ni el más mínimo vestigio de haber perdido jamás la razón, pero sí la bondad”. 

Los estudios actuales sobre los casos de licantropía se inclinan a pensar que son esquizofrénicos paranoides que tienen delirios en los que creen que se transforman en hombres lobo. En aquella época, el siglo XIX, y en el ambiente rural gallego, lleno de supersticiones y creencias mágicas, se le concedió a Romasanta el beneficio de la duda y su causa se llamaba oficialmente "Causa 1788, del hombre lobo".


Espero que te haya gustado mi post...

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