martes, 18 de diciembre de 2012

La leyenda urbana de Slenderman


La historia primordial y la salida a la luz de Slenderman



Todo comenzó con una fotografía de la década de los ochenta, rescatada entre los escombros de un incendio ocurrido en una biblioteca de la ciudad de Stirling, en California, Estados Unidos. En dicha fotografía se podía ver a un grupo de catorce niños jugando en un parque de la localidad; pero, al fondo y en actitud de silencioso observador desapercibido, yacía una inquietante y negra figura masculina: alta (más de dos metros), sin rostro, con terno negro, con tentáculos, borrosa a causa de la sombra de un árbol.

Lo realmente perturbador de la fotografía era la presencia de niños que jugaban alrededor del extraño, como si no pudiesen verlo pues… ¿a qué niño no le llamaría la atención de un tipo alto, sin cara y con tentáculos? Mas lo peor vino después, ya que los niños desaparecieron sin dejar rastro y también Mary Thomas, la supuesta autora de la fotografía. Jamás se hallaron sus cadáveres…

Después de lo sucedido con aquella fotografía, muchas otras personas comenzaron a enviar sus propios testimonios acerca del extraño y alto humanoide. Surgieron así fotos en que se lo veía en medio de siniestros bosques, de solitarios y nocturnos paisajes urbanos en que la niebla se fundía con la luz de los postes, en medio de otros incendios, o incluso adentro de casas o de construcciones abandonadas. Junto a eso, posteriormente aparecieron teorías que mostraban como el extraño y tentaculoso humanoide nos había acompañado desde siglos atrás, como supuestamente mostraba el mito alemán de The Grossman (reflejado en un famoso grabado del siglo XVI) o el alû, un ser sin rostro, mitad-humano, mitad-demonio, propio de las antiquísimas creencias acadias, sumerias y babilonias.

Al parecer, Slenderman estaba presente en el mundo desde los inicios de la historia, variando ligeramente sus manifestaciones pero conservando sus características principales.
Por último, en base a las distintas evidencias e historias es posible afirmar lo siguiente de Slenderman:

Su conducta es sigilosa y acechante. Puede hacerse invisible, incluso de manera selectiva, eligiendo quiénes no lo podrán ver de entre los presentes. Puede distorsionar equipos electrónicos (cámaras y filmadoras incluidas). Puede modificar su figura hasta cierto punto: alargar sus brazos, sacar sus tentáculos, volverse más alto e intimidante. Tiene capacidad de teletransportación. Es psíquico, ya que posee don de control mental y además puede inducir locura y trastornos mentales.

Según ciertas teorías, en el pasado solía empalar gente y sacar órganos, mientras que en el presente es básicamente un torturador psicológico que acosa por días o años al objetivo, intercalando lapsos en que está presente pero invisible (transmitiendo la horrible sensación de ser observado) con momentos en que se aparece y despierta terror. Sin embargo, cuando mata no se sabe cómo lo hace; pues, a diferencia del pasado, ahora simplemente la víctima desaparece sin dejar rastro alguno. Algunas fuentes señalan que Slenderman prefiere acechar a los niños. Gusta de bosques, de lugares oscuros o poco iluminados, de construcciones abandonadas, de incendios, de sitios con niebla. Suele acosar por años a quienes lo han visto en su niñez, y en muchos de esos casos pasa años sin hacerse visible. En aquellos que no saben que están siendo acosados por Slenderman, sucede lo siguiente: se deteriora su vida social, física y laboral; se vuelven olvidadizos; presentan inestabilidad anímica e irritabilidad constante.


Origen de la historia primordial

Como muchos lectores sabrán, la historia anterior y todo lo demás son puras farsas que se han esparcido como una pandemia a través del internet. La historia original nació en los foros de Something Awful, dentro de un concurso surgido el 8 de julio del 2009. El concurso se llamaba “Creación de imágenes paranormales” y consistía en crear una imagen terrorífica, que pareciese una fotografía paranormal real y que incluyese una historia. Fue en ese contexto que apareció la foto (falsa, creada por Victor Surge) de los 80, mencionada en la historia original que ya se contó.


Slenderman: una imagen poderosa y llena de significaciones


La asociación de Slenderman es a todas luces fantasiosa y en algunos casos absurda, además de que va acompañada de la intención propia de los hoaxes en tanto que implícita en el mero hecho de presuponer la existencia de Slenderman luego de conocido su origen en los foros de Something Awful. Sin embargo muchos de los mitos mostrados poseen un importantísimo valor como herramientas para entender ciertas representaciones universales vinculadas al miedo, las cuales están a su vez ligadas a mecanismos psíquicos profundos y, en relación a Slenderman, sirven como manifestaciones o ejemplos diversos de aquello que hace de Slenderman una figura terrorífica en sí misma, más allá de su existencia o inexistencia. Analicemos entonces qué es lo que convierte a Slenderman en un ser capaz de tocar ciertos mecanismos psicológicos del pensamiento colectivo.

Un espejo del hombre actual: Slenderman viste un terno oscuro y no tiene rostro. Actualmente y como consecuencia de la revolución industrial, la proliferación de los espacios urbanos y posteriormente la globalización y la sociedad consumista y capitalista, el individuo (sobre todo el occidental) ha ido entrando cada vez más en un proceso de uniformización, de homogenización. Así y a consecuencia de ciertos factores —las necesidades que la sociedad de consumo nos intenta inculcar, la búsqueda cada vez mayor de títulos y de trabajos que tengan que ver con el ámbito empresarial, etc—, el sujeto de nuestras sociedades actuales pierde cada vez más su individualidad, su esencia personal en tanto que ser dotado de una mentalidad y unas metas propias. Tenemos entonces que Slenderman representa al individuo contemporáneo: la ausencia de su rostro representa la pérdida de individualidad, su terno representa al empresario, hombre-símbolo de las metas y actitudes de las actuales sociedades capitalistas.

La ausencia de rostro y el miedo: Ya se vio el significado de la ausencia de rostro en relación a los tiempos que vivimos; pero, y aún más importante, es eso mismo en tanto característica que, desde el inicio de los tiempos (recordemos al alû y al Mikoshi-nyudo), suscita un profundo temor.  Y es que una de las primeras cosas que aprendemos es a reconocer caras. Los estudios científicos han probado que existen estructuras cerebrales que nos permiten reconocer (generalmente de forma inconsciente) ciertas emociones y sentimientos en los movimientos faciales (muchas veces muy sutiles, como en las sonrisas fingidas) de los demás, y la Lectura de Rostros (una disciplina no científica pero bastante fiable) ha existido desde siglos en Oriente, postulando que determinados rasgos faciales representan ciertos rasgos psicológicos (las cejas cortas y rectas serían de gente temperamental, los labios carnosos de personas sensuales, etc). Por ello la ausencia de rostro pone en alerta a nuestros cerebros, haciendo surgir instintivamente uno de los más elementales mecanismos de supervivencia: el miedo.

Slenderman y la oscuridad: Generalmente Slenderman aparece con un terno negro, aunque a veces también se lo ha representado como una especie de sombra o semi-sombra. Sea como fuere, en cualquiera de esos casos está presente el negro, y el negro ha sido, desde los inicios de la historia y en casi toda sociedad humana, un símbolo de la oscuridad, la muerte y el mal. Esto es así porque, según los estudios, en las sociedades primitivas (mucho más que en las actuales, que aún persiste eso pero ligeramente) la noche era percibida como un periodo de peligro, de incertidumbre, ya que la ausencia de luz no permitía una percepción completa de las potenciales amenazas del entorno. Y ese peligro era muchas veces un peligro de muerte, por lo que la asociación negro-noche-oscuridad desembocada en la asociación negro-muerte; y a su vez, con la posterior asociación (generalmente mediada por la religión) entre el mal y la muerte, la asociación negro-muerte condujo a la asociación negro-mal. Todas esas asociaciones simbólicas permanecieron en el imaginario colectivo, y es por eso que el negro (además de otros elementos) de Slenderman hace que lo vinculemos a la oscuridad, a la muerte, y al mal…

Los tentáculos de Slenderman: Por un lado los tentáculos de Slenderman permiten asociarlo a los extraterrestres, y aquello comporta miedo en tanto que el hombre teme naturalmente a lo desconocido y los extraterrestres entran en la esfera de lo desconocido. Pero en Slenderman ese miedo da un paso más allá porque él tiene apariencia humana y sus tentáculos no siempre están visibles, ya que él puede ocultarlos. Debido a eso, Slenderman simboliza una paranoia que lleva siglos en la Humanidad, pero que ha cobrado mucha más fuerza en nuestros tiempos actuales (gracias en parte al Cine y a series como Hombres de Negro): el miedo a que los extraterrestres estén entre nosotros… Pero, por otro lado, en un nivel simbólico esos tentáculos representan nuestro temor a ser corrompidos (físicamente, emocionalmente, mentalmente, moralmente, etc): vemos así que los tentáculos de Slenderman salen de él (la corrupción que lo habita), se extienden, crecen, van hacia nosotros. Y eso, claro está, guarda perfecta consonancia con la capacidad que se le atribuye a Slenderman para controlar nuestra mente y desestabilizar nuestras emociones, volviéndonos seres inseguros, irritables, olvidadizos, con nuestra salud y nuestra vitalidad corrompidas por Slenderman, por esas nocivas habilidades psíquicas que, como sus tentáculos, se extienden hasta alcanzarnos.

Slenderman, el silencio y el misterio: Nunca habla (telepáticamente, porque carece de boca), y generalmente aparece quieto, como un sigiloso observador. No sabemos qué piensa ni qué ve (no tiene ojos para saber en qué exactamente pone su atención): sus intenciones son misteriosas. Eso, junto con el misterio inherente al simbolismo del negro, a los extraterrestres (sus tentáculos) y a su ausencia de rostro, hacen que Slenderman permanezca rodeado de misterio; y el hombre, claro está, tiende a temer a lo desconocido, aunque también puede obsesionarse con lo desconocido, intentando con su mente ver lo que con sus ojos no ve. Es ese carácter enigmático de Slenderman lo que hace que algunos se obsesionen con él, intentando elucubrar qué hay (para los que creen), o imaginar qué podría haber (para los que no creen pero igual son fans de Slenderman).

Slenderman: ¿Un tulpa?



Un tulpa es una entidad espiritual creada por el pensamiento. Originalmente nace de las visualizaciones que alguien con una mente psíquicamente muy fuerte (aquellos que tienen abierto el tercer ojo, particularmente) realiza. Generalmente no llega a adquirir voluntad y, pese a ser visible para otras personas (además de su creador), suele terminar desvaneciéndose pues su energía se va consumiendo poco a poco. El problema nace cuando el tulpa es alimentado con la creencia (creen en él) o el miedo, entonces puede cobrar una vitalidad extraordinaria y llegar a ser una entidad dotada de voluntad, que vivirá indefinidamente mientras sigan creyendo en él, más aún si le temen. Se especula así que Slenderman es un tulpa, y que sigue vivo porque aún muchos creen en él y le temen…


Las sombras: una muy probable realidad detrás de la leyenda.


Los fantasmas-sombras (también llamados “shadow people” o “gente de las sombras”) pertenecen mucho más al mundo de la Parapsicología que al de la leyenda. Muchas son las fotos reales (en el sentido de no ser fakes intencionales) en que aparecen sombras humanas que no tienen una fuente. Se trata de un tipo particular de fantasma que siempre está compuesto de energía negativa, que tiene malas intenciones, habita en los bajos planos astrales (en los niveles sórdidos del más allá, por decirlo de forma coloquial) y se alimenta de emociones y sentimientos destructivos como el rencor y el odio. Mas su alimento favorito es el miedo: no a cualquier cosa, sino a su presencia. Al igual que Slenderman, estos espectros son altos, delgados, y prácticamente nunca hablan (Slenderman no lo hace nunca). Además, suelen producir parálisis de sueño y sus ataques se reportan de noche, cuando la persona duerme, ya que es allí cuando aprovechan para drenar su energía, produciendo un aterrador despertar en que la víctima siente que la intentan ahogar y, en algunos casos, puede ver con claridad a la sombra, que prácticamente siempre está encima… Escalofriante es pensar que probablemente fue este tipo de espectro el que inspiró la concepción mitológica del alû sumerio o de la hupia de la mitología taína. Y, ya en nuestros tiempos, es muy probable que muchos conocedores de Slenderman hayan visto un espectro-sombra, interpretándolo como Slenderman ya que en las representaciones de éste no siempre se le distingue claramente el terno, apareciendo incluso como mera sombra en algunos casos. La hipótesis cobra aún más fuerza si se tiene en cuenta que las sombras generalmente viajan en grupo; mas, cuando una sombra aparece sola, es más poderosa que una sombra normal, y suele ser más grande y densa…

Espero que haya sido de tu agrado mi post.

Fuente: http://www.leyendas-urbanas.com

viernes, 26 de octubre de 2012

Peg Powler


Peg Powler es una criatura del folklore inglés parecida a una bruja, con la piel verde, el pelo largo y los dientes afilados. Se dice que vive en el río Tees, en Durham, en la parte norte de Inglaterra. Cuando alguien solitario se acerca demasiado al borde del agua, especialmente si se trata de niños traviesos, ella les agarra los tobillos y los ahoga en el río.

Se dice que la palabra Peg o Peggy está relacionada con la palabra griega pegae, un duende o ninfa del agua. Peg es, por lo tanto, una deidad pagana.
Este personaje, una especie de espíritu del agua, es común en el folklore inglés. Cuentan, que a veces, sale de su río y se pasea por otros de los alrededores, y si es así, se sabe de su presencia, porque las aguas presentan una espuma verdosa, por lo que hay que alejarse de dicho río.

Hay quien dice que está emparentada con Jenny Dientes Verdes y Grindylows, incluso se dice que es la misma criatura.
Cuando vayas a Inglaterra ten cuidado con los lagos de color verde... ;) 


jueves, 4 de octubre de 2012

El saxofonista en las vías (Cuento)


El saxofón hacía las veces de zapatos viejos, que apilados en un rincón, medio rotos y sucios, se encargan de la laboriosa tarea de acumular tanto polvo como les sea posible. El saxofón no era viejo, ni estaba medio roto; no era, de hecho, adjetivable. Era dorado, con ese brillo que sólo las cosas capaces de crear belleza más allá de los ojos tienen. Estaba en una esquina, tumbado, viendo cómo la música se le iba, siendo un par de zapatos viejos; improvisando, que es lo que mejor hacen los saxofones. Tenía una pequeña marca, una especie de muesca entre la primera y la tercera llave que Octavio siempre decía que se debía a una vez que la policía había intentado quitárselo por tocar borracho, la reacción a esta explicación solía ser siempre la misma: "¿Por tocar borracho?", a lo que él contesta: "No te haces idea de lo mal que toco cuando he bebido"

Pero esos eran otros tiempos; ahora el latón estaba más desnudo que nunca, y siquiera era adjetivable. Octavio era un gran músico, o, al menos, un gran saxofonista -"los grandes saxofonistas han de ser grandes músicos a la fuerza, ¡no hablamos del piano", dice él-. En 1995 se mudó a Madrid, a un piso en pleno centro. Los suelos eran de madera vieja, oscura; de las que respiran. De madera eran también las puertas, las mesas... "¡Bienvenidos a la casa de madera y latón, señores y señoras!", dijo el día que la inauguró. 

- No te será difícil arder aquí -bromeó uno de sus invitados-
- Bueno, ¡mejor aquí que en el infierno! -respondió Octavio-


Tenía un humor muy fino, un aire entre despistado y altivo que le procuraba, por un lado, éxito con las mujeres, y por el otro, que los hombres lo viesen como alguien inofensivo, carente del aplomo o la valentía necesarios para suponer una amenaza. No era, en efecto, una amenaza, pero dicen que no hay músico cobarde, y Octavio era, probablemente, el mejor saxofonista de Madrid por aquella época. 

Luego todo se volvió oscuro; su vida, sus proyectos e inspiración comenzaron a tomar el color de la madera, ese estado de ánimo apático del que sabe que puede arder en cualquier momento; cada vez tocaba menos, y cuando lo hacía, no lo disfrutaba como antes. Si le preguntásemos a él ahora mismo el por qué, es probable que respondiese: "me cansé", o "simplemente me vine a menos", pero la realidad tiene más de curiosa que un simple "se cansó".

En 1997 coincidimos en una de estas fiestas en las que todo el mundo sabe quién es el anfitrión, pero sólo de oídas; nadie le conoce. Yo ya conocía a Octavio, le había visto actuar en varios cafés y salas de conciertos de la capital, aunque él no me conocía a mi; la última vez había sido ese mismo año y noté algo en su manera de tocar que me hizo sospechar que algo no andaba bien; una falta de brillo que no podría explicar. Aquella noche me presenté e intenté abordar el tema, pero se mostraba evasivo, y como había bebido bastante y yo había oido lo que decían de Octavio ebrio, preferí dejarlo pasar. Le dejé mi número, dije que era escritor y que me gustaría escribir sobre él, no entré en detalles. En ese momento me sentí como una colegiala que se encuentra con su ídolo y no sabe qué decir o cómo actuar, y lo primero que hace es enrojecer, y lo segundo echar a reír nerviosamente. 

Ahí quedó la cosa. Sería Febrero del noventa y siete. Casi había olvidado por completo el asunto, hasta que en verano -lo recuerdo porque me pilló en la playa- me llamó. Quería que hablásemos; no entró en detalles. Concertamos una cita para la semana siguiente y nos vimos en un renombrado café madrileño. Él llevaba una gabardina pálida y zapatos raídos; se había dejado crecer el pelo -todo lo que crece en unos cuantos meses- y estaba sin afeitar. Ese era su aire despistado, que parecía haberse transformado en despiste, o dejadez. 

Me estaba esperando sentado en una terraza, bebiendo un gintonic. Lo primero que hizo fue pedir que me sentase; acto seguido me miró fijamente a los ojos -noté que me volvía a ruborizar, era otra vez esa colegiala nerviosa que no sabe por dónde escapar- y me preguntó:

- Tú ¿por qué quieres escribir sobre mi?

Me temblaban las piernas; Octavio no era una persona que impusiese, más bien al contrario, tenía pinta de ser una de esas personas a las que puedes hablar de tú a tú, pero yo conocía su carrera; había seguido su música durante años y había estado en varios de sus conciertos. Para mi Octavio no era el hombre de aspecto desheredado que no se dignaba a comprar unos zapatos nuevos que tenía frente a mi; era el gigante que entornaba los ojos mientras sostenía un enorme símbolo dorado, que era capaz de dejar muda a una sala con mil, dos mil o tres mil personas; era un jazzista, un hacedor; un genio. En aquellos días no se veían muchos genios -o yo no tuve el placer-, y estar sentado frente a uno, que preguntaba por qué quería yo escribir sobre él; eso era demasiado.

Lo pensé. No el por qué, sino más bien un histérico: "me está preguntando que por qué quiero escribir sobre él", su mirada me urgía a responder, así que me envalentoné, me quité la falda de colegiala y dije, todo lo sereno y confiado que pude sonar:

- Porque soy escritor

Él estalló en carcajadas. Tenía una risa graciosa, de las que se contagian. Reía alto, además. 

- Bueno -dijo- en ese caso... te voy a contar.

"Te voy a contar" fue un peso que soltó; un "prepárate, toma nota, quédate con lo que voy a decir, porque lo voy a decir sólo una vez, y quizá esta sea la oportunidad de tu vida"

Abrí todo lo que pude las entendederas. Pedí un café, envidiando su copa, pero queriendo estar despierto. 

- Lo voy a dejar -hizo una pausa para analizar mi gesto de terror y prosiguió- tengo que dejarlo.

Ese "tengo" era realmente un imperativo.

- ¿Conoces la historia del saxofonista de las vías? -me preguntó-

- No, ¿debería? 

- Todo el mundo debería. Te la voy a contar, para que sepas por qué lo dejo, y una vez te lo haya contado, me voy a ir. No me vas a llamar. Publicarás esto donde y cuando quieras, pero no te voy a dar nada más. Toma nota, si quieres.

- ¿Te importa si lo grabo? -tenía la mano en el bolsillo del abrigo, dispuesto a sacar mi grabadora-

- No -saqué la mano del bolsillo- no me importa -la volví a meter y saqué una Philips de minicassette-

Esto es lo que he podido recuperar de la grabación; algunas frases las he omitido por ser ininteligibles a causa del ruido ambiente, pero la historia está aquí en su mayor parte. Efectivamente, cuando acabó de contarla dio el último trago al gintonic y se marchó, dejándome la cuenta. Transcribo, incluyendo algunas cosas para darle más vivacidad al relato:

(Comienza, su voz cambia; se llena de algo que identifico como admiración)

John Houston nació en París, o en Alabama. La verdad es que no lo recuerdo, pero no es importante. Empezó a tocar el saxofón siendo bastante joven; antes no era como ahora, los padres no apuntaban a sus hijos a clases de música; la música estaba bastante mal vista, de hecho, todo lo que no fuese clásica, claro, y más aún el jazz. Era el tiempo de las big bands, del bebop; Gillespie, Charlie Parker, Wardell Gray, Dexter Gordon, Art Blakey... en fin, toda esa gente. A John le apasionaba la forma en que tocaba Parker. Era como para impresionarse. Quiso ser como él, así que aprendió a tocar el saxo y se convirtió en alguien que también era impresionante. No sé si a la altura de Parker, la verdad; quizá fuese decir mucho, palabras mayores, ¿sabes?, pero joder, sí que era bueno el condenado. 

Bueno, John acabó en Madrid. Sí, aquí, en Madrid. Aquí estaban Franco, Marisol... allí tenían a Monroe, a Elvis... la verdad es que no sé por qué se vino. Serían los cincuenta, o los sesenta, por ahí. El tío era bueno de verdad. Ahora le preguntas a cualquiera su nombre y nadie tiene ni pajolera idea de quién es, pero los que saben... En fin. John tenía dos pasiones; la música y la madera. Extraño, ¿no? Sí, dicho así suena raro. Cogió un piso en Madrid que era todo de madera, o bueno, casi todo. Él se lo podía permitir. Sus padres habían hecho dinero allí; no le faltaban monedas. Yo cogí ese piso cuando me vine aquí, sabiendo que era suyo. Respirar lo que él a diario, cada mañana, cada noche... qué grande, ¿verdad? 

(Aquí hay una larga pausa en la que Octavio pide otro gintonic, se le oye hablar con una chica que le pide fuego, responde que no fuma pero que siempre lleva un mechero para las chicas bonitas, me dice: "tantas chicas bonitas, ¿eh?", no respondo, vuelve al relato)

Como te iba diciendo... John cogió un piso en Madrid. No era buena época para vivir en España, menos para un músico, al menos por lo que a mi respecta, pero él se vino, qué se le va a hacer. Hará unos... ¿diez, doce años? John dejó su saxofón justo donde he dejado yo el mío; en una esquina del salón. Dejó de tocar, sin más. Le apasionaba el saxo, era todo a lo que había dedicado su vida, y ya te digo, era bueno. Pero dejó de tocar. Su pasión era tal, según dicen, que cuando tocaba temía volverse loco. Dejó un diario a su muerte, quizá te interese buscarlo, no sé dónde puede estar. En el diario decía algo curioso, si mal no recuerdo. Decía que le gustaba mucho leer; a Miller y toda esa gente, y que cada página tenía entre la tinta de las palabras dibujos; creo que lo he dicho casi literalmente. Es decir, él veía dibujos conformados por las letras, ¿y sabes que veía? Vamos, ¡adivina! ¡Veía un saxofón! Es increíble. 

Dejó de tocar por miedo a volverse loco. 

(Breve pausa, murmullos)

Por entonces... por entonces aún había trenes de vapor. John comenzó a ir todos los días desde Alonso Martinez a la estación de Príncipe Pío. Caminaba, bajaba a las vías y se dedicaba a recolectar tornillos del tren. Grandes tornillos metálicos, decenas de ellos a diario. Lo hacía día tras día, hasta caer la noche. Iba de vía en vía, tratando de encontrar tornillos. ¿Que por qué? Bueno, aquí viene la parte buena; según dicen, John pasó más de tres años recolectando tornillos y almacenándolos en su casa, junto a su saxo para poder tocarlo y, de volverse loco; en caso de perder un tornillo, tener de repuesto. Por eso le dieron el nombre de "el saxofonista de las vías".

No sé qué hay de cierto en todo esto. Si te interesa deberías conseguir ese diario. La verdad es que yo aún no he encontrado ninguno de sus tornillos en el piso, pero eso no quiere decir nada. Tal vez los necesitó todos.

Fuente: http://lasendadelsherpa.blogspot.com

martes, 25 de septiembre de 2012

La canción maldita


Seguramente hayas oído la leyenda de la canción "Gloomy Sunday". Según cuentan las ondas radiofónicas de esta canción tenían el poder de quitar la vida del oyente.

Reszo Seress compuso en 1933 la melodía de "Glommy Sunday". La compuso un domingo sombrío, después de romperse la relación que mantenía con su novia de toda la vida. Su amigo y compatriota húngaro, Laszlo Javor, añadirá la letra a la canción.

Diversas emisoras de radio han prohibido su emisión. Sin embargo, el alegato de la maldición es incierto, aunque la BBC la prohibió durante décadas. En 1968, Rezső Seress, el compositor de la canción, se suicidó saltando de una ventana de su apartamento en Budapest. Su obituario en The New York Times menciona la notoria reputación de la canción:


Budapest, 13 de enero. Rezsoe Seress, cuya exitosa canción de estilo fúnebre, «Gloomy Sunday», fue culpada de haber desencadenado una ola de suicidios durante los años 30, ha puesto fin a su propia vida suicidándose, como se ha sabido hoy. Las autoridades revelaron hoy que el Sr. Seress saltó de una ventana de su pequeño departamento el pasado domingo, poco tiempo después de su sexagésimo noveno cumpleaños.

La década de los años 30 estuvo marcada por una severa depresión económica y por la agitación que provocó la Segunda Guerra Mundial. La melancólica canción escrita por el Sr. Seress, con letra de su amigo Ladislas Javor, un poeta, declara en su clímax: «Mi corazón y yo hemos decidido terminarlo todo». Fue culpada de haber provocado un agudo incremento en el número de suicidios, y las autoridades húngaras la prohibieron finalmente. En Norteamérica, donde Paul Robeson introdujo una versión en inglés, algunas emisoras de radio y clubes nocturnos la vetaron. El Sr. Seress se quejó de que el éxito de «Gloomy Sunday» en realidad había hecho aumentar su infelicidad, porque sabía que nunca sería capaz de componer otro éxito igual.
La explicación de la leyenda urbana aparece en un artículo atribuido a «D.P. MacDonald» titulado «Obertura a la Muerte»; el texto ha sido reproducido y difundido en multitud de páginas web. Según el sitio Phespirit, el artículo fue publicado originariamente por el sitio 'Justin and Angi' para popularizar su ya desaparecido «Gloomy Sunday Radio Show». La introducción del artículo reza:

Este mensaje fue enviado a nosotros por un visitante de nuestra página web. Hay alguna buena información histórica sobre la canción, mezclada con otra de más dudosa reputación. Los hechos comienzan a adquirir un sentimiento de cadena de e-mail satírico después de un rato, pero, por supuesto, a veces la verdad es realmente más extraña que la ficción. La historia se parece un poco a un segmento de Strange Universe! (Universo Extraño). Así que tomen esto con pinzas... El texto fue, supuestamente, citado del Cincinnati (sic) Journal of C...


La difusión radiofónica comenzó a mitad de los años 30, con un efecto del más funesto. La canción estaba en el centro de una ola devastadora de suicidios: Se encontraron pianistas con la partitura en la mano, anónimos con el disco sonando en su tocadiscos en el momento de quitarse la vida, otros citando alguna parte del texto de la canción en su última carta,... Incluso la joven con la que rompió el compositor, la que inspiró la canción, corrió la misma suerte: El texto fue traducido al inglés con las mismas fatales consecuencias. La canción fue retirada de las ondas.

Difícil distinguir la verdad de la leyenda en esta historia, lo que sí nos queda es una melodía intensa con interpretaciones tan diversas como inspiradas.

A continuación les dejo un enlace en el que podrán escuchar la fatídica canción. Piénsenlo bien antes de pinchar en él. Puede que las consecuencias sean fatales.

Ojalá continúes vivo para que puedas seguir leyendo mi blog...

jueves, 30 de agosto de 2012

El fotógrafo del Terror (Post gráfico- No apto para sensibles)


Joshua Hoffine es un fotógrafo norteamericano apasionado del  cine de terror, en el que se inspira  para hacer su trabajo. El se define a si mismo como el fotógrafo del terror. Y no le falta razón.

Niega la existencia del photoshop ni de ningún retoque posterior  y busca  plasmar esas imágenes terroríficas que nos  inquietan de manera muy detallada (de hecho él se considera un fotógrafo hiperrealista) dando mucha importancia al maquillaje y a la escenografía. Utiliza la digitalización únicamente para dar más contraste y nitidez a la hora de imprimir sus obras que vende en su página web: http://www.joshuahoffine.com/ 

Tiene varias series, como “Phobia” o “After dark sweet”, donde sus temas son los miedos infantiles (sótanos, monstruos, madres muertas, payasos, etc) que buscan inquietarnos de nuevo. Los personajes que aparecen suelen ser amigos o conocidos que pasan por largos periodos de caracterización y casi siempre de manera altruista.

Así pues, sin más preámbulos los dejo con este post gráfico no apto para cardíacos...

















Espero que te haya gustado mi post, si eres amante de lo sobrenatural.... ;)